Selene Sánchez
Psicóloga
Centros de Día IMQ Igurco
La soledad es entendida como un sentimiento de tristeza y melancolía por la pérdida de alguien o algo e, incluso, por la pérdida voluntaria o involuntaria de la compañía. Sin embargo, este concepto va más allá, ya que existen dos tipos de soledad (objetiva y subjetiva) que, aunque están muy relacionadas, no son lo mismo.
La soledad objetiva, también conocida como soledad social, hace referencia a la falta real de la interacción con otras personas, generalmente relacionada con una limitación o disminución del contacto social con familiares, amigos o comunidad, ya sea porque la persona mayor tiene pocos lazos sociales o tiene un contacto escaso con los mismos. Este tipo de soledad no siempre tiene que ser vivenciada de forma negativa por la persona.
En cambio, la soledad subjetiva o no deseada es cuando la persona tiene la sensación de no tener el afecto o la cercanía que desea en su entorno más cercano. Es decir, la persona se siente sola a pesar de encontrarse acompañada.
Aunque la soledad permita descubrir el autoconocimiento personal y disfrutar de actividades placenteras, tiene consecuencias negativas cuando, como ocurre habitualmente, no es ni buscada ni deseada.
Consecuencias de la soledad no deseada en la salud
Existe un alto riesgo de que las personas mayores se hallen en una situación de soledad no deseada, puesto que se encuentran expuestas ante situaciones de continuo cambio como pueden ser la pérdida de relaciones afectivas significativas, la jubilación, la disminución de los ingresos económicos y el deterioro de la salud (alteraciones de la marcha, deterioro de las capacidades sensoriales y/o cognitivas…) entre otras.
Desde un punto de vista psicológico, la soledad no deseada tiene consecuencias negativas tanto en el ámbito físico (incremento del riesgo de caídas o malnutrición) como mental (depresión, ansiedad y alteraciones del sueño), que se encuentran asociadas al deterioro del bienestar psicológico y de la satisfacción con la vida.
A su vez, la carencia de estimulación social que conlleva la soledad también puede acelerar los procesos de deterioro cognitivo y de demencia en algunas de las personas mayores.
Con todo ello, cabe destacar que, durante la pandemia, la prevalencia de soledad ha alcanzado valores superiores al 45% en personas mayores, lo cual predice una disminución de la calidad de vida de las mismas.
¿Cómo afrontan las personas mayores la soledad?
Las personas utilizan varias estrategias que les ayudan a afrontar la soledad o, al menos, a minimizar sus efectos negativos.
El estilo pasivo lo usan las personas que no intentan cambiar la situación, ya que la perciben como no modificable y terminan aceptándola y resignándose ante la presencia de la soledad.
Por otro lado, están aquellas personas que tratan de aceptar los sentimientos que la soledad les hace sentir dando una respuesta más activa, empleando para ello un estilo proactivo, cambiando sus pensamientos y emociones, ampliando su actividad fuera del domicilio y buscando el contacto social.
Asimismo, también hay personas que se sienten bien estando solas y aprovechan la oportunidad que les brinda la soledad para realizar actividades solitarias que le son gratificantes como leer o pasear.
Recomendaciones para paliar la soledad no deseada
- Mantener las relaciones sociales. Éstas benefician tanto a la salud mental como a la física.
- Favorecer comportamientos y hábitos saludables (ejercicio físico, calidad de sueño…).
- Participar de forma activa y satisfactoria en el entorno familiar o comunitario.
- Realizar actividades que resulten agradables, en solitario o en grupo
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