Haizea Gabilondo
Fisioterapeuta
IMQ Igurco Araba
Las estancias hospitalarias pueden acarrear grandes pérdidas en la capacidad funcional de los pacientes, suponiendo una limitación de la autonomía en su vida diaria. Cuanto más largo es el periodo de hospitalización, mayor es el riesgo de sufrir pérdidas más notorias y graves, siendo estos cambios más importantes si cabe en las personas mayores. Los datos indican que el 33% de los mayores ingresados sufren alguna pérdida funcional y sólo la mitad de ellos llega a recuperar su capacidad previa. Ante esto, muestra de la gravedad de lo mencionado, en los últimos años se ha desarrollado e investigado el concepto de “deterioro funcional adquirido en el hospital”.
Causas de la pérdida funcional
Para hacer frente al fenómeno, es imprescindible analizar sus causas. Éstas son multifactoriales; entre otras, se pueden citar las alteraciones del sueño, una ingesta nutricional deficiente, existencia de dolor y polifarmacia (toma de cinco medicamentos o más al día).
Junto a las anteriores, hay que hacer hincapié en el empeoramiento de la movilidad y la condición física provocado por permanecer largos periodos en cama. Esto fomenta la aparición o agravamiento de patologías en distintos sistemas del organismo: cardiovascular, respiratorio, músculo-esquelético, nervioso, piel… Todo ello conlleva complicaciones y dificulta la autonomía e independencia en el desarrollo de las actividades de la vida diaria.
Intervención multidisciplinar
A la hora de recuperar la autonomía tras un ingreso hospitalario, es fundamental el trabajo de un grupo multidisciplinar para planificar la intervención más adecuada, valorando a la persona en conjunto. A esta necesidad responden las unidades de rehabilitación funcional, ofreciendo un servicio global gracias a la implicación de diferentes profesionales (médico, enfermero, auxiliar, trabajador social, psicólogo, terapeuta ocupacional, fisioterapeuta...).
Tratamiento personalizado
Puede haber casos muy diferentes, tantos como personas, y hay que adaptarse a las necesidades de cada uno. Sin embargo, la base para iniciar el proceso de rehabilitación es la movilización temprana. Para este procedimiento se realizan actividades funcionales que van de lo más sencillo a lo más difícil. Al principio, se trabaja de forma pasiva; luego, activo-asistidamente; después, de manera independiente o incluso contra-resistencia.
Además, el posicionamiento también tiene una progresión a medida que se desarrollan las capacidades para combatir la fuerza de la gravedad. Primero, estando tumbado se comienza levantando la cabecera de la cama y se hacen cambios posturales; luego, se pasa a mantener una postura erguida en la cama; posteriormente, en una silla; cuando ya es posible, la persona se pone de pie y deambula, haciendo uso de diferentes productos de apoyo si fuese oportuno.
Fisioterapia respiratoria
Otra intervención muy importante desde el inicio es la fisioterapia respiratoria. Los déficits en la musculatura respiratoria limitan la capacidad aeróbica y un estilo de vida autónomo. Esta musculatura debe reforzarse mediante diferentes técnicas. Además, esta debilidad puede generar infecciones y otras complicaciones, prolongando la hospitalización y empeorando el estado general.
Merece la pena señalar que es fundamental adaptarse a los deseos y necesidades de la persona. Es decir, hay que tener siempre en cuenta qué es lo que necesita para mantener la autonomía individual, a qué le da importancia. Para que la persona tenga independencia en el día a día hay que conseguir que desarrolle la capacidad de realizar las actividades que va a llevar a cabo. Para ello, convine practicar esas acciones; cuando hace falta, reeducar su ejecución; y si no, hay que buscar e interiorizar nuevas formas de poder realizarlo. Siempre debemos tener como objetivo la calidad de vida de la persona.
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