Cuidar la piel del paciente mayor dependiente requiere una atención y cuidado preventivo que evite las repercusiones que pueden tener este tipo de lesiones.
Esther Barrena. Supervisora de Enfermería
Leticia Eguiluz. Coordinadora TCAE
IMQ Igurco Unbe
La piel es uno de los primeros órganos en envejecer. La disminución del grosor y de la vascularización de la dermis producen en las personas mayores flacidez e hipotermia. Los cambios en la estructura y resistencia de la piel que presenta la población geriátrica favorecen la aparición de lesiones. La piel se debilita y se suman factores de riesgo como caídas, fricción, encamamiento e incontinencia, que pueden agravar la situación Así, se puede hablar de lesiones asociadas a la dependencia:
- Lesiones por humedad: piel con inflamación, en la que se produce una erosión, normalmente sin profundidad, en la que se produce una pérdida de las capas superficiales.
- Lesiones por fricción: lesión localizada en la piel provocada por el roce del paciente con una superficie paralela.
- Lesiones por presión: las úlceras por presión (UPP), heridas crónicas que afectan a la piel y a los tejidos blandos, produciendo isquemia (falta de riego en la zona) y necrosis (muerte) celular.
- Lesiones combinadas: humedad-fricción; fricción-presión; presión-humedad; y multifactoriales.
Localizaciones más frecuentes
- Decúbito supino (boca arriba): occipital, escápulas, codos, sacro, coxis, talones, dedos de pies.
- Decúbito lateral: pabellón auricular, acromion, costillas, trocánter, crestas ilíacas, cóndilos (rodilla), tibias, maléolos tibiales, dedos/lateral del pie.
- Decúbito prono (boca abajo): frente, pómulos, pabellón auricular, pechos, crestas, ilíacas, pubis, genitales (en los hombres), rodillas, y dedos de los pies.
- Sedestación (sentado): occipital, escápulas, codos, sacro y tuberosidades isquiáticas, subglúteos, huecos poplíteos y talones.
Factores de riesgo
Se pueden citar: incontinencia, mantenimiento prolongado de las posturas, alteraciones de la circulación periférica, estado nutricional deficiente y uso de materiales que favorecen el acúmulo de humedad. Una vez identificados estos factores de riesgo, se puede desarrollar un plan de cuidados de la piel individualizado y continuado en el tiempo.
Estos cuidados implican mantener la viabilidad de la piel del paciente, cerciorarse de que esté limpia, aliviar la presión capilar de la piel y asegurar el correcto estado nutricional El abordaje global e interdisciplinar, junto con el uso de películas barrera siliconadas, ha mejorado el confort y evolución de las lesiones y ha reducido el tiempo de cura.
Medidas preventivas
La prevención es, sin duda, la mejor decisión. Se ha de examinar la piel a diario, en especial, la que recubre las prominencias óseas.
Higiene personal: es importante presentar atención a la temperatura del agua, el jabón (pH neutro), un correcto secado y la posterior hidratación. El aseo corporal alivia el dolor, la rigidez articular y reduce las molestias que puede producir la piel seca.
Higiene postural: se deben programar los cambios posturales de manera individualizada y dependiendo de la valoración del riesgo del paciente. Es importante realizar los cambios posturales cada dos o tres horas a los pacientes encamados, siguiendo una rotación programada e individualizada.
Alimentación correcta: es importante un estudio nutricional individualizado adaptado a las necesidades nutritivas y limitaciones del paciente. Se debe incrementar el aporte proteico de la dieta y se ha de favorecer un adecuado aporte de agua (de 6 a 8 vasos al día).
Dispositivos para aliviar la presión: la redistribución de la presión del cuerpo sobre la superficie en la que se apoya es el factor más importante para prevenir las UPP y esto se puede conseguir mediante el uso de colchones y cojines antiescaras.
Aplicación de ácidos grasos hiperoxigenados: están indicados para la prevención y tratamiento de los eritemas cutáneos de apoyo.