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Prevención de la dependencia: intervención en la fragilidad

Sala de prensa - Residencias para mayores y centros de día

Ismene Arrinda
Fisioterapeuta
IMQ Igurco Orue

 

En los últimos años, la esperanza de vida ha aumentado notablemente en todo el mundo, aumentando la población envejecida. Se estima que en 2050, uno de cada cinco personas será mayor de 60 años.

La fragilidad se considera una condición en la que el adulto mayor se encuentra en una situación de pre-discapacidad. Se caracteriza por la disminución de la fuerza muscular y de la resistencia, aumentando la vulnerabilidad a factores estresantes que condicionan la capacidad de adaptación de su organismo, predisponiendo a eventos adversos de salud, discapacidad e incluso de muerte.

Actualmente, constituye uno de los síndromes geriátricos con mayor prevalencia entre la población mayor, con una tasa del 12% en mayores de 65 años, mayoritariamente en mujeres.

Para su diagnóstico, es preciso realizar una valoración geriátrica integral. Tendremos en cuenta si la persona ha sufrido una pérdida de peso no intencionada igual o mayor a 4,6 kg o del 5% del peso corporal en el último año. También valoraremos la fuerza de prensión de la mano dominante, así como la velocidad de la marcha. Preguntaremos si refiere cansancio en su actividad diaria normal y si realiza una baja actividad física.

A su vez, utilizaremos diferentes baterías de pruebas funcionales para determinar si presenta una limitación funcional o no y, en su caso, de qué gravedad.

Para abordar la fragilidad se han realizado diferentes líneas de intervención con el objetivo de revertir o intentar ralentizar el declive funcional asociado.

Intervención

El ejercicio físico constituye una de las herramientas fundamentales en la intervención de fragilidad. Éste debe trabajar diferentes componentes de la condición funcional, tales como trabajo cardiovascular, fuerza muscular, flexibilidad y equilibrio, denominados como ‘intervenciones multicomponentes’, ya que han demostrado mejores resultados que los obtenidos cuando se trabaja un componente de manera aislada.

El trabajo cardiovascular se realizará cinco veces por semana con una duración de 30 minutos por sesión y a una intensidad moderada.

La fuerza muscular se trabajará dos días por semana, realizando de 8 a 10 ejercicios, utilizando grandes grupos musculares, con una serie de 10 a 15 repeticiones, emulando actividades de la vida diaria.

La flexibilidad se trabajará como mínimo 10 minutos, dos días por semana, así como el equilibrio, especialmente en aquellos que hayan sufrido una caída previa o presenten gran riesgo de sufrirla.

Es importante realizar a su vez un abordaje nutricional, con un control de la ingesta y una valoración de la disfagia. De la misma forma, se valorará la necesidad usar suplementos para mantener una dieta hiperproteica (rica en proteínas), así como el nivel necesario de vitamina D.

Como se puede apreciar, se trata de un planteamiento integral en el que cada profesional planteará su intervención de manera individual, siempre, coordinado por un equipo multidisciplinar.

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